Le había dicho que cuando yo terminara de comer, saldríamos a la calle. Casi no pudo aguantarse. Al rato, salimos. Prefirió usar su patinete en vez de la bici que le había traído Santa.
El cielo estaba aplanado. La tarde blanquecina. Max me llevó, en taxi, a uno de sus sitios favoritos. El “restaurante de la cocinita”. Ahí se quedó jugando. Creando historias. Organizándolas.
Intenté sentarme en ese punto en el que estoy suficientemente cerca y lejos a la vez. Creo que Max buscaba su momento. Su estado meditativo. Su libertad. De vez en cuando volteaba a verme. Yo me hacía el loco mientas me tomaba una limonada. A unos metros salió el sol vegetal que tanto faltaba esta tarde. Qué gusto.
El violeta y el naranja del cielo y de las luces de sodio de la carretera nos alumbraron el regreso. A Max se le veía contento y satisfecho. No sé exactamente qué, pero sin lugar a dudas, algo importante había conseguido.
Hasta la próxima.
Conexion total en la desconexion forzada.
Me ha hecho que me guste aún más ser padre, aún con el sacrificio que supone!! Se ven en las fotos los momentos bellísimos!! Y el comentario del sistema solar, la luna... me sobrecoge <3