Llegamos con nuestra caravana portátil (scooter con 4 cascos, mochila, botellas, etc.) para pasar el atardecer en el mismo campo de los cometas de aquella vez. No había nadie. El día era perfecto. Nos llevamos un balón de fútbol, botellas de agua e incluso unas chuches para hacer un picnic después de jugar al fútbol (Irwin me preguntará qué es un picnic). Pero, como a veces pasa, los niños no estaban de humor. Peleas, llantos, desesperación, gritos. ¡Más peleas, más llantos, más pataletas! ¡Todo!
En medio de gritos, frustraciones y ‘fuera de sí’, Linda se las apañó para usar uno de sus súper poderes: la empatía. Cogió a Max y, en vez de hacerle lo que suele apetecer en esos momentos, lo escuchó, lo comprendió y le ofreció cariño incondicional. Le hizo saber que su desesperación era solo eso, desesperación, pero que no pasaba nada, que desesperarse era normal.
Llegó la paz. Pero tan rápido como había llegado, podía irse (lo que en nuestra familia conocemos como "vámonos antes de que tronen"). Así que recogimos el campamento y salimos pitando a casa. Cena rápida y a dormir.
Ahora, escribiéndote este texto y reflexionando sobre la empatía, me atrevo a decir que posiblemente podría ser tan potente como para ser la solución de casi todos los problemas que vivimos.
Te dejo el zoom de la escena. Empatía al 100%. Gracias, Linda y Max.
Gracias y hasta la próxima.
Que gran enseñanzas .La calidad y acompañamiento en tiempos de niños ...son las bases para esos futuros adultos ♡
DMLB