Hey sir! Can we park our scooter here? — Preguntamos a un chico que tenía cara de conocimiento.
Please park over there and pay here — nos respondió con una sonrisa balinesa. Pues aparcamos. Nos cobró 5 mil rupias (más o menos 30 centavos de euro).
Comenzamos a andar el camino a la playa.
La marea estaba baja. Nos metimos en el mar. La barrera de coral nos protegía. No llegaban las olas. Era una piscina. El fondo un poco duro para los pies. Los niños no se quejaron.
Ya casi al atardecer, la gente comenzó a coger mesas. Linda se hizo con la última y mandó a Max a buscarme. Yo seguía en la arena contemplando. Nos acercamos a esta mesa donde tenían los pescados y mariscos. Elejimos lo que queríamos y lo ‘pesaron’.
Kadek pasó a Made, el cocinero, la bandeja de lo nuestro. Made preparaba los cortes y desescamaba el pescado antes de pasarlo al parrillero. El parrillero es su hijo.
Cocinó nuestros pescados y gambones en brasa viva. Qué vistas la de esta cocina.
Nos sentamos a esperar mientras se comenzaba a hacer de noche. Llegaron las velas, los cubiertos y finalmente los platos.
Una bendición disfrutar de esta cena. En la orilla de la playa, viendo el atardecer, en una mesa fea con sillas de plástico. En mi opinión, no se merecería varias sino muchas estrellas Michelin.
Emprendimos el viaje de regreso a la moto. Un camino lleno de escaleras y casi en completa oscuridad.
Gracias y hasta la próxima.
Que belleza me encantan tus historias, extraño a linda en instagram
La bendición es percibir y vivir esa experiencia así tal cual como lo has descrito 🙌🏻 gracias por compartir