En un intento de llegar a casa para acostarlos directamente, nos quedamos en los curiosos alrededores de donde solemos tomarnos el helado de los viernes.
Corrieron de un lado al otro los niños. Se cayeron. Lloraron. Gritaron. Disfrutaron. Un carnaval de emociones sobre un trozo de asfalto olvidado, en donde solía quedar un mercado municipal.
Ya estábamos dispuestos a irnos cuando de pronto vemos a este cocinero, a este pug (carlino) y a esta barbacoa balinesa. Cocinaba un pescado poco apetitoso, la verdad. Uno a uno, los niños y luego yo, nos dejamos seducir por la escena. No podíamos dejar de verla. Parecía sacada de una película. Hasta el pescado parecía que hablaba.
Al rato, llegó Cicilia, la vecina de Barcala (el amo del pug), y con ella, cariños y regalitos para los niños. Les atendió gratis. Les regaló como unas galletitas de pan. Ante tales gestos, intenté dejarle una especie de propina. No hubo manera de que la recibiera. Los gestos no podían ser más puros. Bali en su esplendor.
Ante tanto, se hizo tarde. Regresamos a casa.
Este próximo viernes, volveremos adonde Barcala. No te quede duda.
Hasta la próxima.
Me encanta este espacio… gracias por compartir, bendiciones a la familia 🤗🙏🏻
… lo mejor de la vida es gratis … ! Bueno Si la platica empuja… the better !! 😁