En el post de la semana pasada, escribí en forma de diálogo, por primera vez. También, me animé a escribir más largo de lo que estoy acostumbrado. Me gustó hacerlo. Aunque no lo creas, fue intenso para mi y me sentí orgulloso al terminarlo. Me sentí invencible.
Te cuento que esta semana he intentado todos los días escribirte algo de ficción. También sería mi primera vez. Me viene una idea a la cabeza, abro las notas del iPhone y comienzo. Llevo dos líneas y el cerebro se me pone en blanco. Cuando llego a diez líneas, me he perdido entre las palabras, los detalles. No se adónde voy. A veces no se ni dónde estoy. Estoy tan fuera de mi zona de confort que me pierdo tan solo empezar.
Intenté sentándome en mi escritorio. Teclado conectado. Pantalla grande. Nada. Lo mismo. Perdido entre los píxeles y las ideas. Las luces del teclado. La cortina de la ventana. El café frío, quizás decepcionado en su taza.
Salgo al jardín. Casi atardece. Veo al horizonte y nada. Ni el mar, ni el sol naranja, ni los niños me dan ideas de cómo escribir sobre algo que nunca he visto. Nunca pensé que escribir una mentira fuera tan difícil. Y aquí estoy rendido, volviéndote a escribir una verdad. Algo que no me cuesta escribirte porque sucede y ya está. Porque ni tengo que desnudarme para contarlo. Porque si estuvieras aquí enfrente, no haría falta ni decírtelo. Soy yo en mi zona de confort.
Para despejar la mente, me voy a una playa curiosa para compartirte unas fotos.
Aparcas la moto y bajas a pie entre escombros de construcción y unas escaleras húmedas.
Las vistas paradisíacas parecen existir para intimidar hasta a los surfistas más aguerridos.
Llegas al agua. Rompen las olas a tu lado. Tienes que entrar por el lugar donde tus padres te prohibían ir de pequeño. Por el que tantas personas se han ahogado en películas. Dark.
Tranquilo. No eres el único nervioso. Hasta ella lo está. Con la experiencia ha aprendido a esconderlo detrás de su sonrisa.
Nadas, nadas y nadas. Coges una ola impresionante y luego eyectas hacia atrás. Dejas de surfear la ola porque quieres surfear otra lo antes posible. No puedes parar.
Los locales te han tomado fotos sin preguntarte. Me recuerda a los que te lavan los cristales del coche en los semáforos. A diferencia de ellos, los Balineses son muy agradables. Puedes comprarles los archivos. Barato.
No he surfeado pero he sudado un montón. He disfrutado una barbaridad. Me toca regresar a casa porque no he traído dinero. Me han regalado una coca cola, que estaba de locos. Viva Bali.
Sorry. Hasta la próxima.
El nombre de la primera foto es preciso! Estan bajando al paraiso para cualquier surfer.
Intimidante esa entrada al point 😅 pero tienes la recompensa de olas perfectas una vez que pasas el susto.
Que buena vaina que los locales te toman fotos! Es el resuelve antes de pagar el fotografo personal.
Amo mi realidad contigo 😍😍😍. Amo nuestra simple e improvisada realidad, feliz siempre.